Discriminación o desidia, el mismo daño moral

Por Ricardo Bustos

A esta altura de mi vida, con varios veranos sobre la espalda, no voy a cuestionar si la noticia está publicada en un diario de «Derecha» o «Izquierda» porque de esa manera comenzaría mi reflexión discriminando sobre los que discriminan a todas y todos, aún a los que quedan flotando después de la gran inundación política que se llevó todo lo que quedaba en pie.

Vivo en un hermoso pueblo y cerca de casa existe una Escuela Especial donde asisten chicos con discapacidades diferentes para ser atendidos por profesionales en la materia. El edificio es hermoso y cuenta con todos los servicios necesarios para la disciplina que debe tratar la Institución, aunque para mi gusto, es muy reducido el horario de atención ya que después de las 12 del mediodía, desaparece toda actividad hasta la mañana siguiente, dejando ese gran espacio físico en estado ocioso que también puede compartir con alguna actividad complementaria porque existen discapacidades que requieren de una atención con mayor continuidad horaria, como por ejemplo la atención de un kinesiólogo a persones mayores que hayan quedado con secuelas físicas como consecuencia de algún problema neurológico o el mas común entre los abuelos que es de caderas o bien la recuperación necesaria por algún trauma en una parte del cuerpo.

A nadie le puede quedar dudas que este tipo de centros cubren un vacío que aquellas familias humildes jamás pueden llenar asistiendo a entidades privadas porque todos sabemos que son tratamientos muy prolongados y sobre todo, en algunos casos, muy difíciles de afrontar por lo elevado de su costo y la continuidad que requiere. Pero cuando hablamos de discriminación, siempre estamos atentos para no caer en el «pecado» de herir susceptibilidades por lo que representaría un comentario ofensivo nuestro hacia alguna persona que padece algún problema físico, algo que desde todo punto de vista es inaceptable.

Lo curioso es que apenas a 10 metros de la Escuela Especial de la presente reflexión a la que asisten pocos alumnos o pacientes, existe un Jardín de Infantes público al que todos los días llegan mas de 50 niños para dar rienda suelta a su creatividad y comenzar por el camino de la instrucción. Es obvio que al ver a los respectivos padres cuando aguardan a sus hijos a la puerta del Jardín y llega la hora de ir a casa, que su condición económica no es la mejor y se ve, de manera especial en los rostros de las Madres, el sufrimiento por las carencias que deben ir sorteando todos los días.

La discriminación no tiene norte o sur, es simplemente inaceptable discriminación y eso está claro, pero resulta que el Jatdín de Infantes en cuestión, es un «ranchito» de madera, muy bien cuidado por las maestras y el personal auxiliar, pero que demuestra tener muchos años en ese estado y con esos materiales.

En lo personal, creo no debería existir el término «especiales» porque de lo contrario está generando desde la otra vereda «los normales» y todos sabemos que en este mundo no existen ni unos ni otros porque la misión que debemos cumplir cada uno de los mortales tiene un contenido afectivo desde uno y otro lado de la historia, pero siempre con la mente puesta en que debemos ayudar a quien mas necesita.

Este tema, la política no lo tiene en cuenta porque seguramente, creerán los dirigentes que construir un edificio hermoso representa «sacarse el problema de encima», cuando la realidad indica que lo único que logran es mantener edificios, profesionales, y pacientes o alumnos, sin actividad la mayor parte del día, solamente para querer demostrar que con ello la función que deben cumplir los establecimientos educativos de todo tipo están cumplidas y no es así de acuerdo a lo que vemos todos los días en todo el país.

Si bien es cierto que los alumnos que concurren a las Escuelas Especiales, justifican la necesidad de atención, en otro mundo, embarrado por la política, la compra de voluntades y la complicidad, se encuentra una enorme cantidad de ciudadanos que, amparados por una Ley, gozan de una pensión.

Tal como he redactado el comienzo de la presente, no me atrapan las ideologías pero si las noticias que interesan a todos y por ello en esta oportunidad encontré en La Nación, con la pluma de Gabriela Origlia, fechada en Córdoba, una noticia que por conocida no deja de asombrarnos a la hora de mirar las cifras. «La frase se repite tanto en localidades del interior del país que hace dudar: Es difícil conseguir quien quiera estar en blanco porque pierde el subsidio por invalidez».

Los números oficiales revelan que en la Argentina se pagan 1.037.931 pensiones no contributivas por invalidez, el equivalente al 2,58% de la población. Pero cuando el foco se posa sobre la Población Económicamente Activa (PEA), el número salta al 6,9%, según datos del Ministerio de Desarrollo Social. Ese porcentaje, sin embargo, se dispara sustancialmente en provincias del norte, en las que también se registran elevados índices de pobreza.

Santiago del Estero encabeza el ranking donde estas pensiones tienen mayor incidencia: la percibe el 35% de la población en condiciones de trabajar. Le sigue Formosa, donde el 31,96 % de los habitantes activos cobra el subsidio. Y en Chaco, ese porcentaje llega al 30,7%. Los especialistas consultados por LA NACION coincidieron en que creció el número de esas pensiones en los últimos años y que esto responde a un esquema de clientelismo político.

«Estos subsidios se usaron como asistencialismo político», dijo Jorge Colina, del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa). La «industria» de certificados adulterados está bajo la lupa. En Misiones, el 6,48% de la población global cobra una pensión no contributiva por invalidez (22,3% de la PEA); el 4,65% de los riojanos recibe el beneficio (13,6% de la PEA) y el 4,27% de los tucumanos (12,3% de la PEA).

Para obtener la pensión, la persona debe presentar un grado de discapacidad que disminuya su posibilidad laboral «en el 76% o más» (sea física o mental), además de no percibir -tampoco su cónyuge- ninguna jubilación, pensión, retiro o prestación no contributiva; no trabajar en relación de dependencia; no tener bienes, ingresos ni recursos que permitan su subsistencia o la de su grupo familiar; no tener parientes obligados legalmente a proporcionarle alimentos o bien que no estén en condiciones de hacerlo.

Para el asesor previsional, Eduardo Viera, todo esto hace pensar que hubo una guerra o una enfermedad masiva que dejaron estos niveles de incapacidad. Por mi experiencia, puedo afirmar que muchas veces se las usa como herramientas de clientelismo político. Estas pensiones equivalen al 70% de una jubilación mínima, 3,962.7 pesos.

Alba Rostan, integrante de la Junta Unida Metodista (una ONG de iglesias metodistas) de Castelli, Chaco, cuenta su preocupación por los jóvenes que reciben estas pensiones y que «no aceptan ni un contrato corto para no perderlas; es una pena porque se acaba la cultura del trabajo».

Gerardo García, presidente del Centro Comercial de Cruz del Eje (norte de Córdoba), apunta: «No sé qué fue primero, si el huevo o la gallina; esta zona es pobre, no hay mucho trabajo, muchos lo perdieron y (cuando aparece algo) no quieren inscribirse; es el comentario de todos los productores, que no pueden tener gente en negro por las aseguradoras; hasta para trabajo doméstico es un problema».

Seria muy importante que el Estado, también se dedique a estudiar todos los casos mencionados y si encuentra algún ilícito, esos fondos se destinen a las Escuelas Especiales, lugar de encuentro de los verdaderos beneficiarios de la Ley para poder ampliar el horario de atención en la mayoría de los Centros del país.

Debemos recordar siempre que los dos extremos de la vida, al nacer o en la vejez, son los mas necesitados, aunque por lo visto hay muchos políticos que eso jamás lo entendieron …o no quieren aceptarlo porque su capital económico los lleva a atenderse en las mejores clínicas del país y no necesitan hacer cola en el PAMI para que le firmen una receta o le consigan un medicamento que no pueden abonar con el dinero que ingresa todos los meses al hogar.

«La discriminación es la única arma que tienen los mediocres para sobresalir»

El autor es: Locutor Nacional-Comunicador.
Capiovi Misiones, Argentina
DNI 7788556

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